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la muerte del primer ego

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ametladocea's avatar
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Se vislumbraba la luna al borde de la pradera, donde la brisa nocturna mecía suavemente los asfódelos, cabizbajos y con lágrimas sobre los pétalos. El primer ego cerró los ojos y escuchó cómo los grillos tocaban un réquiem, prestando especial atención a las notas más graves, pues son las que más feliz le hacían. Pausadamente siguió las luces blancas que se escondían entre los pinos, y recordó el gélido abrazo del invierno, que para él era un amigo que le abrigaba en su inevitable desnudez. Tampoco olvidó el otoño: el que dolía, el que fue calor, el que se fue.

En momentos como aquel, pensaba en las telarañas matutinas, que cubiertas de rocío, reflejaban su ignorancia e inocencia, y le llenó de efímera alegría haber conocido a sus autoras. Por el contrario, le angustió el recuerdo de su ardua batalla con unas mantis religiosas, conflicto de gran relevancia que aconteció en un período de alrededor de una década, tiempos ha, y que le dejó con secuelas que curarían en soledad.

No es sorprendente que al llegar a la luz ocre el primer ego riese: algún grillo despistado había errado en un par de notas y el resto de músicos había enloquecido, pero al cabo de un rato la melodía siguió sin percance alguno para concluir con la noche. Aprovechó la baja intensidad de aquel foco para contar las pecas que le habían salido al firmamento, pero tenía demasiado sueño y ya quedaba poco, así que desistió y siguió lento como la miel el oscuro camino tras la tenue luz. No se distinguía nada en la penumbra, pero las ramas mustias de lavanda que sentía bajo los pies avivaban su imaginación y hacían llevadera la travesía, decorada con sombras, olores y el cielo.

Olía a sal y sabía que ya había llegado. Se agolparon muchos pensamientos que intentaban sobreponerse los unos a los otros, como si de una guerra se tratase, pero el primer ego imploró su silencio, ¡era hora de descansar! Así pues, improvisó una nueva forma de dormirse: dejó que la yerma tierra que nacía de sus ojos se convirtiera en húmedo barro, se deslizase sinuosamente por los cráteres de su rostro, para que finalmente, aún con sueños de un mañana sempiterno, se fundiera en la inescrutable infinitud de las olas del océano añorado, donde hoy sus huesos son memorias de coral.
escúchame

/ 'Ruine am Meer', pintura de Arnold Böcklin
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Comments2
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Ronngar's avatar
Bien escrito y redactado, metáforas exquisitas, con un toque delicado,en otras palabras : Muy buen texto